mi Corazón,
colgando de un hilo
frágil e incierto Destino-
que le espera
cuando tu palabra
Corte
el aire que nos une.
-SOFIA LEVIAGUIRRE
Instantes de luz reflejados en palabras; una vida contada entre prosa, verso y entradas.
mi Corazón,
colgando de un hilo
frágil e incierto Destino-
que le espera
cuando tu palabra
Corte
el aire que nos une.
-SOFIA LEVIAGUIRRE
Ojalá sientas algo
cuando en tus labios
mis besos vayan
a descansar.
Ojalá con el viento
tu alma se quede sin aliento
y entre grtitos logre
sus penas expiar
y encontrar en el cielo
la tormenta celestial
que con sudor y sangre,
tu sed ha de calmar.
Ojalá.
-SOFIA LEVIAGUIRRE
¡Ay!
Si supieras
cuantas noches te he esperado,
si entendieras
que mi amor has condenado,
tal vez entonces
no serías cruel aliado
del destino
que nos mantiene separados.
Ay si, no te creo.
Ay si, yo te quiero.
Ay si, ay no,
hay que tener coraje
para jugar con el corazón.
-SOFIA LEVIAGUIRRE
Los astros
contenidos en una estrella
y una estrella
contenida en una flor;
una flor radiante y bella
coma aquella
a quién los astros,
constantemente,
le hacen el amor.
Crece en mi pecho,
un hermoso girasol.
-SOFIA LEVIAGUIRRE
Estabas sentada frente a mí. Me mirabas de reojo, con asombro entre tus ojos y una sonrisa sutil descansando sobre tus labios. Tu cabello obscuro mezclado con hilos de luna enmarcaba tu rostro a la perfección. Trabajabas en algo importante, o al menos eso parecía. Tecleabas implacablemente sobre tu computadora, la misma de siempre, gris y aburrida, con un pequeño punto azul en el medio del teclado, que usabas como mouse. Yo estaba frente a ti, callada. Tenía un nudo en la garganta; una telaraña de palabras que no podía, o quizás, no sabía desenredar.
La tarde transcurría lentamente, como una tormenta pasajera que se escucha en la distancia, pero nunca llega. La luz en el cielo cambiaba con tus humores. Cielo azul, tú tranquila; cielo rosa, tú alegre, sonriente, amorosa; cielo rojo, tú furiosa; cielo negro, mirada distante y emoción ausente.
Nunca entendí la conexión inherente que existía entre ti y el ambiente, pero siempre supe que era inevitable. A mí me parecía mágico, y a ti, normal. Todos los días era lo mismo, hasta que, una tarde de verano, el cielo se tornó verde y tu desapareciste.
Hace cinco años que te estoy buscando, cada tarde, cada noche, entre las nubes grises y las gotas de lluvia, busco la luz verde que te abstrajo en el espacio. Aún no la encuentro. A veces, pienso que nunca lo haré, pero no pierdo la esperanza. Con cada tarde lluviosa, espero ansiosa tu regreso, con cada tormenta pasajera, ansío compartir contigo aquél secreto que aún habita en mi garganta, aunque no estoy segura del porqué.
Somos cuatro en esta casa, pero siempre sentí que eran tres contra dos.
Mamá es rebelde, Papá es ingenioso, y José, mi hermano, es un poco de ambos. Yo, sin embargo, nunca pude combinar los factores, al menos no de la manera correcta. Soy rebelde, pero responsable y ordenada, también soy inteligente, pero en una forma más artística, más inútil.
Cuando era pequeña, pensaba que esto era normal, que había nacido para no pertenecer, ni aquí, ni allá; ni en casa, ni en la escuela. Con el paso del tiempo, me percaté de lo inusual que era mi situación. Escuchaba a las demás niñas de mi edad sentirse ajenas a un grupo, pero no al otro. Aquellas con problemas en casa, tenían amigos, y aquellos solitarios sociales, eran compañeros de sus padres o hermanos.
Entonces la conocí.
Fue durante una tarde lluviosa, de esas que todo el mundo odia, pero a mí me encantan. El aire helado convertía mi cuarto en el polo norte, mientras la lluvia empapaba la ventana, formando un arte natural con el llanto celeste. A eso de las seis de la tarde, cuando aún quedaba una tenue luz del día, la vi aparecer en el espejo abandonado de la esquina. Era magnífica: su cabello castaño, ligeramente rizado y con rayos dorados escondidos en su melena. Sus ojos, café, aparentemente ordinarios, escondían el poder del sol y las estrellas, y su voz, con una dulce firmeza, me aseguraba que todo iría bien.
Han pasado ya diez años desde aquella tarde, y nunca pensé que la volvería a ver, pero anoche, antes de irme a la cama, me atreví a mirarme en el espejo de nuevo.
-SOFIA LEVIAGUIRRE
mi Corazón, colgando de un hilo frágil e incierto Destino- que le espera cuando tu palabra Corte el aire que nos une. -SOFIA LEVIAGUIRRE